Exiliado en la tierra, sufriendo el griterío,
Sus alas de gigante le impiden caminar.
Charles Baudelaire
“Dar un salto al vacío es cosas de valientes”. Esta frase tan trillada y manoseada en todo ámbito de la vida social, se cumple a cabalidad en el parapente. Sí, escucharon bien, este deporte permite dar un salto al vacío desde las alturas con el fin de experimentar un vuelo pendular, donde el arriesgado o arriesgada va sobre una silla-arnés, lugar donde podrá observar el paisaje que se extiende gigante bajo su mirada.
El parapente quiteño al ser un deporte de riesgo toma las precauciones necesarias, ya que, está consciente que la seguridad del usuario es lo más importante dentro de la actividad; por eso casco, arnés, paracaídas extra, varioaltímetro, GPS, radio, gafas de sol y ropa cómoda es el
equipo indispensable para realizar la actividad.
Se imagina descender a toda velocidad una escarpada pendiente, cerrar los ojos y dar un salto al vacío, para experimentar una vorágine de sensaciones que se fraguan en la boca del estómago y que quieren salir disparadas en forma de grito a través de la boca. Imagine volar o planear contemplando la extensión seductora del paisaje. Sentir a la vez los cascos del galopar del viento pisando su rostro y todo su cuerpo, sentirse un Titán y polvo menudo lanzado en la inmensidad de la bóveda celeste del cielo. Aceptar que somos diminutos, pero que un salto hacia el vacío nos puede transformar en gigantes o en los niños que una vez fuimos y que soñamos volar como halcones o como gaviotas con las alas extendidas, para escaparos un momento de la tierra en búsqueda de la aventura de soñar despiertos.